El actual confinamiento ha supuesto para la gran mayoría de los ciudadanos una modificación en sus costumbres y actividades diarias. Muchos de estos cambios se han traducido en retomar o comenzar hábitos más saludables como la práctica de ejercicio en el hogar o una nueva rutina alimenticia. Sin embargo, como indica el profesor de Farmacología, Gonzalo Herradón, el estrés y la ansiedad también han provocado el incremento de prácticas menos convenientes o beneficiosas como el consumo de alcohol.
Para el profesor Herradón, “la situación de confinamiento puede llevar a iniciar el consumo de alcohol o a aumentar de forma significativa el que ya existía”. Esto se debe a que “el alcohol puede presentar efectos ansiolíticos y placenteros que pueden llevar a su consumo en épocas de crisis o complejas como esta”. Lo que ocurre, explica Herradón, es que “agrava el problema porque a la larga provoca estrés, insomnio, ansiedad, dependencia, etc.”. Además, señala que no sería extraño que “tras estos meses aumente el número de pacientes que busquen ayuda por haber desarrollado un trastorno por consumo de alcohol”. En este sentido, los primeros estudios realizados en China tras el confinamiento dejan datos preocupantes; el consumo de riesgo e incluso los casos de dependencia del alcohol se han disparado en la provincia más golpeada por la crisis, Hubei.
Los pacientes con trastornos por abuso de sustancias tienen mayor probabilidad de experimentar problemas emocionales durante el confinamiento y eso redundaría en un empeoramiento de su adicción. En este sentido, el también investigador del Plan Nacional Sobre Drogas apunta que “podemos encontrarnos con nuevos pacientes con consumo de alcohol problemático no por la cantidad que beben, si no por haber desarrollado la conducta de beber para paliar el malestar psíquico asociado al confinamiento”.
Por otro lado, y relacionado directamente con el riesgo de infección, el alcohol afecta al sistema inmunitario a distintos niveles y, al bajar su tono, puede aumentar el riesgo de infección. “El alcohol puede aumentar el riesgo de neumonía al limitar la función de los macrófagos a nivel pulmonar, células clave en la protección contra patógenos”, explica Herradón.
Para evitar este consumo o limitarlo, el profesor señala la importancia de establecer rutinas saludables, desde rescatar hobbies hasta la creación de un espacio de lectura adecuada, uno de trabajo, de ejercicio, etc. En concreto, aconseja trabajar en un sistema por objetivos: por ejemplo, limitar la ingesta a dos bebidas al día, si es posible de forma espaciada; proponerse un día a la semana sin ingesta de alcohol; e, incluso, recompensarse por todo ello.
En el caso de que se trate de personas que ya tenían un trastorno por abuso de alcohol, el profesor de la CEU USP explica que “es muy recomendable que se pongan en contacto con centros de recuperación y asociaciones de ayuda. Todos ellos cuentan con servicios telemáticos que van a acompañar al paciente en esa lucha”. Es más, “si se tratara de una persona con este trastorno ya en tratamiento de deshabituación o habiéndolo dejado, se puede tomar esta época de confinamiento con el objetivo de resistir y salir de ella muy reforzado”.