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¿Cuidamos de nuestros ojos en verano?

17/07/2024
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“Estamos inmersos en el verano y resulta imprescindible que protejamos, más aún, nuestros ojos”. Así lo asegura Sara Bueno, profesora de Óptica y Optometría, quien recuerda que la educación en hábitos de vida saludables comienza desde la infancia. “Los adultos estamos más acostumbrados a cuidar nuestros ojos usando gafas de sol, pero no es tan sencillo que los niños las lleven”, señala la especialista; e incide en este cuidado, dado que sus ojos están menos dotados para protegerse por sí mismos de la radiación. “El uso de gafas de sol es, incluso, más importante para los niños que para los adultos, ya que su cristalino es más joven y transparente y tiene menor capacidad de filtrar la luz, sobre todo la más nociva para los ojos: el ultravioleta”, explica.

Bueno cataloga de imprescindibles unas gafas de buena calidad, puesto que no todas proporcionan las garantías necesarias de protección para los ojos. “Son un producto de primera necesidad, no solamente un complemento de moda. Es muy peligroso llevar una gafa de sol que no cumpla con los requisitos deseados en cuanto a filtros solares”. Y, aunque no hay unas gafas de sol que sean las mejores, aconseja acudir al óptico-optometrista, ya que “podrá recomendarnos un filtro u otro según las necesidades de cada persona”. Por tanto, no solamente nos tienen que gustar por su estética, también debemos saber si cumplen las tres características más importantes:

· Que estén homologadas y hayan pasado todos sus componentes por los controles de calidad adecuados. Es lo que indica el marcado CE.

· Que filtren convenientemente la luz que “no vemos”: la ultravioleta (UV), la parte más dañina de la radiación solar. Está señalado con unas siglas seguidas de un número (por ejemplo, UV400), indicando que filtra toda la radiación susceptible de causar problemas como fotoqueratitis o fotoconjuntivitis. “Incluso cuando está nublado, estamos expuestos a la luz ultravioleta, además de la luz visible, ya que ésta no es totalmente filtrada por las nubes”, recuerda la profesora Bueno.

· Que, al usarlas, la luz del sol no nos deslumbre; es decir, que sus lentes sean más o menos oscuras. Un código de números, del 1 al 4, señala no solo la oscuridad de ese filtro de menor a mayor, sino para qué actividad está indicado o contraindicado.

 

Infección, irritación y sequedad: los “peligros” del aire y el agua

Para ver bien y no sufrir molestias necesitamos que la superficie ocular esté siempre cubierta y humedecida por la lágrima. Sin embargo, los aires acondicionados o ventiladores, de uso diario en estas fechas, crean unas corrientes de aire fresco que también reseca el ambiente y, por tanto, la superficie de nuestros ojos. Para evitarlo, Sara Bueno recomienda situarse lejos o no exponernos directamente a las rejillas por donde expulsan esos aparatos el aire frío, “así evitaremos la sensación de incomodidad y arenilla que produce la sequedad ocular y el enrojecimiento de los ojos; una situación especialmente molesta si usamos lentes de contacto”.

En el exterior, las altas temperaturas -y más aún si el aire es seco- también pueden causarnos esa sensación incómoda. Para aliviarla, explica, se pueden usar las llamadas lágrimas artificiales. “Humectantes y lubricantes no se parecen mucho a las lágrimas naturales, pero ayudarán a mitigar la molestia”, apunta. “Podemos ponérnoslas ‘a demanda’, pero cuanto más las necesitemos, más importante será elegir productos sin conservantes. Y si usamos lentes de contacto, deberemos asegurarnos de que las lágrimas artificiales sean compatibles con el material del que están hechas dichas lentes, para que no se manchen o coloreen”, explica Bueno.

Por otro lado, el agua del mar, los ríos o las piscinas también presentan un riesgo importante de irritación o infección en el caso de que entre en los ojos. La especialista en Óptica y Optometría incide en la importancia de protegerlos del cloro o la sal, que producen picor, ardor o enrojecimiento. Y también de los microorganismos que pueden generar peligrosas infecciones como queratitis o conjuntivitis víricas o bacterianas. “La forma de prevenirlo es no meter la cabeza ni abrir los ojos debajo del agua y, si lo hacemos, usar gafas de natación o buceo”. Unas gafas especial que, recuerda, “deben ser convenientemente homologadas para la actividad que se va a realizar y, en el caso de que sea necesario, incluso pueden estar graduadas”.


¿Qué hacer con las lentes de contacto?

Las popularmente llamadas ‘lentillas’ pueden suponer un riesgo adicional en verano: nunca hay que bañarse con ellas puestas en el río, la piscina o el mar. “Lo mejor es ir sin las lentillas, con unas gafas graduadas o no, pero siempre adecuadas, bien para protegernos de los rayos de sol o bien para nadar, si queremos ver bien debajo del agua”, explica Bueno. De hecho, indica, cualquier situación en la que pueda entrar agua en el ojo, como darse una ducha, contraindica su uso. “Las sustancias irritantes como el cloro y la sal, y los microorganismos presentes en el agua pueden quedar atrapados en la lente o entre la lente y el ojo, causando una molestia mayor o más duradera e incrementando también el riesgo de infección”.

Además, explica la experta, uno de los patógenos más peligrosos es el protozoo Acanthamoeba, que está frecuentemente en el agua. En el 90% de casos en que producen infecciones, éstas afectan a personas que usan lentes de contacto, especialmente blandas, sin seguir los consejos de uso e higiene adecuados.

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