2021
quizá no está siendo lo que muchos esperaban: borrón y cuenta nueva. Se trata
más bien de un punto y seguido. Hay que seguir al pie del cañón. Todos tenemos cerca
a amigos y familiares que han sufrido, han visto peligrar su vida y hoy
experimentan efectos permanentes. Otros se han quedado sin ingresos, sin
recursos y viven la mayor de las incertidumbres. Algunos han perdido a su padre
y a su madre, a su hijo o su pareja, sin tan siquiera poder despedirse.
Como mecanismo de protección,
quizá, o como resultado de una falta de madurez, muchos hemos mirado hacia otro
lado ante este drama y otros anteriores. No nos hemos querido percatar o
acercar a lo que verdaderamente ocurría. Con mensajes superficialmente
optimistas como “el virus no podrá con nosotros” o “todo irá bien”,
o con quejas por tener que quedarnos encerrados en casa, porque nos aburríamos,
porque no podíamos irnos de puente. Sin darnos cuenta, hemos despreciado a
aquél que desde lo más hondo de su corazón necesitaba llorar en ese momento.
Tendemos a huir del
sufrimiento, como si no formara parte de la esencia misma del hombre. La vida,
una vez más nos está interrogando. Con esta pandemia nos está retando y a
nosotros nos toca responder, aunque tengamos miedo. Y es que escuchar y
experimentar ese dolor provocado por la adversidad nos hace reencontrarnos y
descubrir el sentido de nuestra existencia en este momento.
¿Tienes a un amigo, familiar o
conocido que ahora está sufriendo y que le vendría bien tenerte a su lado? ¿No
sabes cómo acercarte a él en estos momentos en los que necesita un hombro sobre
el que llorar? La profesora de Psicología y Pedagogía, Abigail
Jareño recomienda algunas claves para afrontar estas situaciones:
1- Pon más actitud y menos habilidad.
Quizá por inseguridad o miedo a enfrentarte al dolor y querer eliminarlo cuanto
antes, buscas el mensaje eficaz, la solución ideal que responder de inmediato,
la herramienta que a ti te sirvió en el pasado. Sin embargo, quien sufre no
espera la frase perfecta de ti, ni busca tus habilidades. Te necesita a ti, con
tu actitud de querer estar ahí, acompañarle con tus propias dificultades y capacidades.
2- Escucha y calla. Céntrate en quien te habla y
en lo que necesita contarte. Esta actitud de escucha es incompatible con estar
aconsejando. Permanece en silencio, con un silencio activo y cálido, lo que se
muestra en tu lenguaje no verbal, tu postura y los sonidos que reflejan
comprensión. Si se siente escuchado y, por tanto, comprendido, se empieza a
generar en él una transformación y una iniciativa desde su interior, de un clima propicio para una mayor
interacción y encuentro.
3- Acéptale. Mírale con aprecio y acéptalo tal y como
es. Respeta a su persona, sus actitudes y su comportamiento, aunque no estés de
acuerdo. Confía en la capacidad que tiene para desarrollarse y crecer, para
decidir libremente y hacerse responsable de sus propias decisiones. Espera, con paciencia, sin
querer controlar cómo el otro debe actuar, ni cuándo. De este modo le
ayudarás a que incremente su autoaceptación y autoestima.
4- Sé tú mismo. Quítate cualquier máscara o
rol. Nota lo que sientes cuando tu familiar o amigo te habla y fíjate que tú
también experimentas emociones en ese preciso momento. Comunica si es necesario
hacerlo desde ese mundo interior, que nada tiene que ver con los juicios
evaluativos, sino que se trata de tu sensación. Aquí tú te muestras vulnerable
también y habláis de persona a persona. Este es el punto más importante, pues sin ser auténtico cualquier
intento de empatía o aprecio se convertirán en técnicas o habilidades, pero
vendrán de ti.
5- En todo ser humano existe una tendencia innata a la
superación. Como explica el psicólogo Carl Rogers, hay una
potencialidad inherente a crecer, por tanto, sí, se confirma que el ser humano
sale de las dificultades. Necesitará, eso sí, unas condiciones adecuadas, estar
acompañado y desarrollar
un juicio de la situación como experiencia para el crecimiento y no como fuente
de debilitamiento. El neurólogo Viktor Frankl enfatiza cómo el ser
humano, en su libertad para decidir su actitud, puede lograr sufrir con
dignidad y encontrar el sentido en aquella situación dolorosa irreversible.
Las ideas expuestas por
la profesora Jareño llevan a una sencilla conclusión: todo consiste en estar presente.
Simplemente, tu ayuda consiste en estar ahí para esa persona y su dolor. Crear
el encuentro. Lo demás irá llegando porque es el otro, tu amigo, tu familiar o
tu compañero y su capacidad en potencia de encontrar sentido y crecer, el
encargado de llegar al lugar correspondiente. Pero no te apartes del camino, no
mires más para otro lado, acompáñale.